jueves, 10 de marzo de 2011

Francisco del Rosario Sanchez


Nació en Santo Domingo el 9 de marzo de 1817, terminando el período colonial conocido como la "España Boba". Primogénito de la unión de Narciso Sánchez, de un hogar humilde, lleno de valores. Recibió de su madre la enseñanza elemental y aprendió el oficio de "peinetero". Luego estudió latín y filosofía con don Nicolás Lugo, estudios que continuaría con el padre Gaspar Hernández, sacerdote peruano emigrado a Santo Domingo y reconocido antihaitiano, quien fortaleció el espíritu patriota de Sánchez. Aunque su actitud también venía de su padre quien formó parte de un movimiento para expulsar a los haitianos del territorio dominicano. Autodidacta, dominaba los idiomas francés y latín. Adquirió apreciable cultura y sus defensas como abogado, destacado como un hombre con grandes valores patrios, honesto, valiente.

Conoció a Juan Pablo Duarte, quien, junto a otros jóvenes, asistía a las clases del sacerdote. Aunque no fui miembro fundador de Trinitaria, se integro destacándose y pronto empezó a distinguirse por su laboriosidad y decisión, cualidades que le permitieron dirigir el movimiento cuando Duarte debió ausentarse debido a las persecuciones desatadas contra él por los haitianos.
Fue perseguido al triunfar el movimiento "reformista" que derrocó el gobierno de Boyer, cuando Charles Herard viaja a la parte Este, Sánchez, fue perseguido por Los Llanos y se dirigió a Santo Domingo, en esta ocasión tuvo que cruzar a nado el río Ozama avisando a Duarte de la llegada de Herard. Sánchez buscado por las autoridades logra esconderse y evade la persecución haciendo creer que había muerto a consecuencia de una enfermedad repentina. Desde su escondite dirige los preparativos del proyecto.

Por la ausencia de Duarte, Sánchez preside las reuniones del grupo separatista y amplía contactos con representantes del sector social más importante de la ciudad. Con la ayuda de Mella, para los primeros días de enero de 1844, redacta el Manifiesto de Independencia. Terminados los preparativos para la proclamación de la Independencia, los integrantes de la reunión celebrada la noche del 24 de febrero, eligen a Sánchez, Comandante de Armas con el rango de coronel, lo que constituyó un reconocimiento a su jefatura política y militar. Esa misma noche se convino que Sánchez presidiera la Junta de Gobierno que debía dirigir los destinos de la naciente república.



Con esta autoridad encabeza todas las actividades durante la noche del 27 de febrero y en la madrugada del 28 iza la bandera nacional al amparo del lema de ¡Dios, Patria y Libertad!, con lo que quedó fundada la República Dominicana. Una vez proclamada la Independencia la Junta Central Gubernativa es reorganizada, sustituyendo Tomás Bobadilla a Sánchez en la dirección de la misma.


Pedro Santana, quien se encontraba en Azua, desconoció la Junta integrada por los patriotas republicanos, toma la ciudad de Santo Domingo y el 22 de agosto de 1844 declara traidores al sector representado por Duarte, Sánchez y Mella. Por destino de la vida la embarcación en la que iban Sánchez y Mella naugrafó pero estos sobrevivieron llegando a Dublín, Irlanda. En diciembre de ese año se trasladan a territorio de los Estados Unidos y luego a Curazao permaneciendo cuatro años fuera del país.

En septiembre de 1848, fuera Santana del poder, por una amnistía del Presidente Manuel Jiménez que comprende a Duarte, Sánchez, Mella y otros patriotas podrían regresar al país. Sánchez regresó el 8 de noviembre y Jiménez lo nombró jefe militar de la ciudad de Santo Domingo. A partir de la fecha comenzó entonces la vida política partidista del prócer, en ella participó hasta el momento de su muerte ocupando importantes posiciones en los gobiernos de Jiménez, Santana y Buenaventura Báez.

Fue nombrado Fiscal ante el Tribunal de Apelación de Santo Domingo, quien llevó la acusación contra Antonio Duvergé en el primer juicio que le hizo Pedro Santana, en el que Duvergé es absuelto. Desde entonces se hizo Defensor Público recibiendo licencia de la Suprema Corte de Justicia para ejercer.

Sánchez se opuso a las gestiones anexionistas de Pedro Santana por lo que fue apresado en agosto de 1859 y posteriormente desterrado por tercera vez, en septiembre de ese año. Se trasladó a Saint Thomas y desde allí comenzó, sin recursos económicos, su lucha contra la anexión de la Patria. Viajando luego hacia Haití en busca de ayuda del presidente Geffrard, quien bajo presión española, ordenó que Sánchez y otros dominicanos salgan de territorio haitiano, pero después, frente a la evidencia de los hechos, autoriza su regreso y le promete ayuda a Sánchez, el 20 de enero de 1861, Sánchez publica su manifiesto en el cual afirma, frente a sus enemigos: Yo soy la bandera nacional. Dos días después, el 22, se integra en Curazao bajo su dirección la Junta Revolucionaria organizadora de la Revolución de la Regeneración Dominicana.

Proclamada la anexión a España el 18 de marzo por Pedro Santana y luego de que el 2 de mayo se produjera en Moca el levantamiento de José Contreras, Sánchez inicia su invasión a territorio dominicano el 1ero de junio de 1861.

Sánchez penetró a territorio dominicano al frente de una expedición cruzando por Hondo Valle, Vallejuelo y el Cercado donde fue traicionado, emboscado y herido en la ingle. Capturado y trasladado junto a otros a San Juan de la Maguana donde fueron juzgados En un juicio sin autoridad legal y condenados a muerte. En el juicio, Sánchez exclamó: "Para enarbolar el pabellón dominicano fue necesario derramar la sangre de los Sánchez, para arriarlo se necesita también la de los Sánchez". Murió fusilado el 4 de julio de 1861 a las cuatro de la tarde en el cementerio de San Juan de la Maguana. Está enterrado en el mausoleo Altar de la Patria, junto con Duarte y Mella, en el mismo lugar donde se proclamó la independencia.

Sánchez es recordado como fundador y prócer dos veces de la República Dominicana, entró en la inmortalidad como ejemplo inigualable de la historia dominicana. Es considerado el "verdadero" padre de la República Dominicana por muchos historiadores, por convertirse en el líder del movimiento independentista tras el exilio de Juan Pablo Duarte días antes de proclamar la misma.

La Orden del Mérito de Duarte, Sánchez y Mella, fue creada parcialmente en su honor.

viernes, 4 de marzo de 2011

La importancia de la dominicana Julia Cobier en la vida de Simón Bolívar.


Recibí esta interesante investigación de manos de su autor el distinguido profesor Iván Gatón, inmediatamente quise compartirla con ustedes en mi blog. Me resulta fascinante saber que una dominicana; Julia Cobier, estuvo involucrada sentimentalmente y digamos al lado del libertador de cinco repúblicas.

Por: Iván Ernesto Gatón, 20 de febrero 2011, Santo Domingo

Las exigencias académicas del profesor español Dr. Antonio Remiro Brotons me obligaron a investigar sobre la historia latinoamericana, a sabiendas de que la naturaleza rica, compleja e ilimitada de ese tema y la subsiguiente posibilidad de sorpresas y aletheia en el sendero de la exploración, me podían proporcionar maravillosas informaciones. Confirmé mis expectativas cuando ese sendero me condujo al descubrimiento de personajes tan significativos como el de la criolla dominicana Julia Cobier, figura decisiva y oportuna en un momento crucial de la vida de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, mejor conocido como Simón Bolivar.

Cuando Julia Cobier conoció a Bolívar, en Kingston, Jamaica, éste se encontraba en una situación económica lamentable; llevaba una vida casi de mendigo, y espiritualmente estaba destrozado. Algunos escritores se refieren a esta época de su vida en términos lúgubres, resaltando sus ideas suicidas.

Cuando Julia Cobier conoció a Bolivar, en Kingston, Jamaica, éste se encontraba en una situación económica lamentable, llevaba una vida casi de mendigo, y espiritualmente estaba destrozado; algunos escritores se refieren a esta época de su vida en términos lúgubres, resaltando sus ideas suicidas.
Sobre esta etapa sombría en la vida del Libertador, tenemos conocimiento a través de la carta que le dirigiera El Libertador al comerciante escocés Maxwell Hyslop, ex compañero de negocios de su hermano, Juan Vicente Bolívar. El prócer venezolano le escribió en los siguientes términos: “Ya no tengo un duro; he vendido la poca plata que traje. No me lisonjea otra esperanza que la que me inspira el favor de usted. Si usted no me concede la protección que necesito para conservar mi triste vida, estoy resuelto a no solicitar la beneficencia de nadie, pues es preferible la muerte a una existencia tan poca honrosa. La generosidad de usted debe ser gratuita, porque me es imposible ofrecer ninguna recompensa, después de haber perdido todo; pero mi gratitud será eterna”.

Si bien es cierto que El Libertador fue poco austero en su relación con las féminas, según sus biógrafos, el caso de la criolla dominicana Julia Cobier tiene una relevancia capital, por lo oportuno y eficaz de su presencia en un momento aciago de la vida de Bolívar. Sobre este particular, el escritor inglés Robert Harvey, en su obra: Los Libertadores, expresa lo siguiente: “cayeron uno en brazos del otro por mutua necesidad, como a veces ocurre entre dos personas que han experimentado horrores o desdichas personales. Julia tenía para Bolívar el atractivo añadido de ser rica y, arropado por sus atenciones, Bolívar recobró el ánimo. Le dio por escribir lo que sería su pronunciamiento más famoso, su “Carta de Jamaica”.


Julia Cobier eleva su figura en el tiempo por haber visto casi con presciencia lo que aquel hombre representaba, las grandiosas cualidades que contenía su ser, y el imperecedero legado de sus acciones, todo ello acompañado por el inquebrantable amor idealista a la libertad que caracterizó a Bolívar, por su rechazo a la corrupción que puede producir el ejercicio indiscriminado del poder, y por su integridad al no haberse dejado aprisionar jamás por la ciega megalomanía.

Julia Cobier, sostén y empuje de los designios que marcarían el destino de Simón Bolívar, es un ejemplo del carácter, eterno e inmutable, de la solidaridad como patrimonio vital y unificador de la familia humana en su diversidad de prácticas y valores.